
Cuando uno visita Tierra Santa es una visita obligada acercarse a la ciudad de Jerusalén para visitar la Basílica del Santo Sepulcro. Un grupo de padres franciscanos rige este recinto santo desde tiempo inmemorial. Es habitual ver las colas de peregrinos y visitantes ante el Santo Sepulcro que es una gran urna que fue realizada gracias a la importante aportación económica del Zar Nicolás III de Rusia a principios del siglo pasado (1917). A pocos metros de esta gran urna y tapado por una alfombra hay una tumba que los historiadores dicen perteneció a José de Arimatea. Dado que era una de las pocas tumbas existentes en la época y dadas sus buenas condiciones, algunos historiadores apuntan a que esta tumba pudo acoger el cuerpo de Jesús. Era una tumba con una puerta de moneda.

