Profesionales y teóricos no paran de preguntarse desde hace tiempo cuánta vida le queda al periodismo, si se le adivina futuro en lontananza o sencillamente se trata de un enfermo agonizante. Si dar una respuesta sensata a esta cuestión adquiere una dificultad poco menos que superlativa, imaginen lo aventurado que puede resultar ofrecer un pronóstico sobre el futuro de una pareja de divorciados que rompieron su relación sin darse explicaciones y con algún que otro conato de tirarse los trastos a la cabeza. Baloncesto y periodismo tiempo ha que viven separados. Su idilio, como se encargó de explicar con datos y fechas Manu Moreno, redactor del diario Sport, duró lo que se consume una década que se abrió en 1982 con el cuarto puesto de la selección en Colombia y se cerró con la catástrofe deportiva firmada por el combinado patrio ante Angola en los Juegos Olímpicos de Barcelona.
Empleó esos diez años el baloncesto para abrirse paso en el mercado, pues aprovechó que los clubes de fútbol se negaron a permitir la entrada de las cámaras en los estadios para adquirir una notable popularidad siempre al abrigo de la selección. Resulta paradójico que un país africano pusiera la primera piedra de lo que luego ha resultado ser un ostracismo que se extendería hasta la actualidad si no fuera, qué curioso, porque hasta tres españoles han emigrado en el último lustro a la NBA, esa Liga tan descafeinada según los acérrimos defensores de la riqueza táctica propia del baloncesto europeo que haberlos haylos en un debate que recuerda mucho al que se mantiene también entre ambas latitudes a nivel cinematográfico.
Apostillaba Manu Moreno que Sport mantiene con dignidad el baloncesto en sus páginas, pero sólo cuando la información está relacionada con la de los grandes eventos a escala nacional e internacional. Lo demás se descarta sencillamente porque no es rentable. Ni lo es la Liga LEB ni la Femenina, y para corroborar esto que explicaba Moreno basta con acudir al pernicioso pero esclarecedor método comparativo y ver que ni la Segunda División ni la categoría femenina son focos de atención importantes en el fútbol. Así que pensar que el basket puede tener el sitio que no se le concede al deporte rey responde a un sobresaliente ejercicio de ingenuidad.
Ahora bien, ¿devendrá el ejercicio periodístico en la preeminencia de la opinión sobre la información como estrategia de supervivencia frente a la avalancha de información al instante que proporcionan los medios digitales tal y como se atrevía a augurar Manu Moreno? Puede ser que a los diarios deportivos no les quede otra salida como forma de diferenciación. En los generalistas es muy posible que esta pregunta no tenga siquiera razón de ser si la publicidad continúa con su proceso devorador de la información. Además, y puesto que la opinión nunca es baladí, ésta debe cuidarse al extremo pues constituye una labor de desgaste que al mínimo descuido puede descubrir las vergüenzas del redactor menos avezado.
Opinar es un lujo para el que se requiere, más que experiencia en la profesión, un bagaje cultural que evite la reiteración argumental de quien la ejerza. Distinta de la opinión es la interpretación, tan necesaria y fundamental en el periodismo deportivo como la metáfora, herramienta con la que evitar la asepsia absoluta o el aburrimiento en grado sumo.