Antonio Rendón . Justino de Neve y Chaves (1625-1685), canónigo de la Catedral de Sevilla, fue una figura destacada del barroco sevillano. Hijo de familia acomodada, culta y de firmes convicciones religiosas, impulsó la reconstrucción de la iglesia de Santa María la Blanca y promovió diversas obras piadosas y artísticas que marcaron el siglo XVII hispalense.

Su estrecha amistad con Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), el pintor más célebre de la Sevilla barroca, dio fruto a algunas de las obras más emblemáticas del artista, concebidas para espacios de profundo significado espiritual como la Catedral, la iglesia de Santa María la Blanca o el Hospital de los Venerables.

Gracias al mecenazgo y apoyo de Neve, Murillo alcanzó algunos de sus mayores logros pictóricos, en los que la dulzura humana y la belleza de la fe se funden en armonía. El propio Murillo lo nombró ejecutor de su testamento, testimonio de una amistad sincera y de un compromiso compartido entre arte, devoción y cultura.

El inventario de bienes de Justino de Neve, redactado tras su muerte, revela una valiosa colección de más de ciento sesenta pinturas —entre ellas dieciocho de Murillo— que reflejan su pasión por el arte y su papel decisivo en la configuración del esplendor artístico y espiritual de la Sevilla del Siglo de Oro.