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Premiada dos veces

Juana
hace 18 años
Cartas al director

Este fin de semana he tenido dos buenas noticias. He quedado finalista en el concurso de la Asociación Literaria de Alcorcón con El reloj de Wendy y he ganado el concurso de declaraciones de amor de Jarandilla de la Vera. Son premios pequeños que me levantan la autoestima y me ayudan a seguir adelante. Os los envío porque, entre otros motivos, los escritores escribimos para que nos lean y esta es una buena ocasión para enviaros dos textos muy cortitos.

1 El reloj de Wendy:

Mi querida Wendy, niña bonita…

Te imagino sentada en nuestra cama, con tu camisón de lino blanco y los pies descalzos sobre la alfombra celeste. Tienes el ceño ligeramente fruncido y ese mohín encantador que surge del enfado o la preocupación. Ya sospechas que algo no va bien. En lugar de cenar contigo, he dejado esta carta bajo un ramo de margaritas. Me conoces de sobra y sabes lo que eso significa. Disculpas, santo dios, habrás pensado… Y se te habrá erizado la piel porque sabes de mis diabluras. Pero no me regañes, querida niña. Los dos sabíamos que este momento llegaría. Te he dejado un vaso de gaseosa sobre el aparador; sé que cuando te pones nerviosa se te seca la boca y las palabras se quedan pegadas a la lengua.

Me voy Wendy. No puedo seguir aquí, en esta hermosa buhardilla que ha sido nuestro hogar estos últimos años. He recogido mis cosas y, cuando leas estas páginas, habré iniciado ya mi viaje a otro lugar. Volaré sobre ciudades grises sin saber mi destino. Me dejaré arrastrar por vientos caprichosos y volveré a ser libre. Tus padres se alegrarán, estoy seguro. Siempre han pensado que tú merecías algo mejor, que yo no era suficiente para ti. Nunca les pareció bien que no tuviera trabajo fijo, que me gustara salir todas las noches, que no fuera ordenado y que consintiese en vivir en la casa que nos habían prestado. Puede que no les faltara razón. Quizás hubieras sido más feliz junto a un disciplinado contable amante de las miniaturas o un empresario del sector textil aficionado a la jardinería. Al menos tu padre hubiera podido hablar de cifras con ellos mientras tomaban el té…

Estarás empezando a odiarme. Te conozco. Te levantarás a mitad de la carta y te pondrás a dar vuelta furiosa por el pasillo. Quizás seas capaz de tirar la colección de besos por la terraza (todos los dedales que te he regalado en estos años). Me odiarás por esa vida que hemos construido juntos y que hasta hace unos segundos era hermosa. Por cada detalle en el que has condescendido. Me verás egoísta, infantil y hasta un poco estúpido. Te llevarán los demonios al recordar las mil travesuras que me has consentido. Te recrearás en las infidelidades, aunque mis escarceos con la princesa india o con las sirenas sólo fueron pequeñas aventuras. Las mujeres se vuelven locas por mí, ya lo sabes. También deberás valorar mis esfuerzos, como el divorcio amistoso que firmé con Campanilla. Ella se quedó con aparte de mi imaginación y un quinto de rencor y sin embargo acepté. Como sabes, las hadas son monosentimentales y en su pequeño cuerpo ya sólo cabía el sentimiento de desprecio hacia mí. Creo que ahora trabaja en un cabaret, tiene un número musical, y se alegra de lo sucedido. Pero volvamos a ti, a ese recuento de caprichos concedidos, a esa recreación de las pequeñas rencillas cotidianas. Si hasta le tenía que arropar por las noches, te dirás encolerizada. Y la de veces que he tenido que ordenar sueños… Desordenado. Inconstante…

Pero no todo es culpa mía, querida niña. Hemos llegado, sin quererlo, a una bifurcación en nuestras vidas. Nuestros caminos se han separado aunque quizás tú todavía no te hayas dado cuenta. Todo empezó hace unas noches, mientras tú dormías. Yo observaba la delicadeza de tu rostro, medía con mi dedo el grosor de tus labios y buscaba el secreto de ese beso escondido que has heredado de tu madre. Entonces empecé a escuchar ese sonido. Ese tic- tac, tic- tac. Parecía provenir de un reloj pero, como sabes, no hay relojes en nuestra habitación. Me levanté y deambulé por la casa buscándolo. Fuera de la habitación no se oía nada. Volví a la cama. El sonido provenía de ella. Tardé un tiempo en comprender que salía de tu cuerpo, de tu interior. Era tu reloj biológico que había empezado a funcionar… Entendí así el extraño brillo de tus pupilas y aquellos profundos suspiros hasta entonces sin sentido… Tuve varias noches de insomnio. Intenté que el ritmo de mi corazón se ajustara a tu reloj pero era imposible. Ni siquiera el amor que nos profesamos sería suficiente; no son compatibles…

Acabo de darme cuenta de algo curioso. Qué cruel es el destino… Siempre me reí del reloj que tanto asustaba a Garfio, mi eterno enemigo. Su sonido le crispaba los nervios; le avisaba de la presencia del cocodrilo que no cesaría hasta atraparlo… Ahora soy yo el que se siente amenazado por un sonido similar. El tic- tac de tu reloj significa el tiempo que trascurre y aceptarlo conlleva crecer definitivamente. Su sonido me habla de obligaciones que no sabría cumplir, de compromisos que rompería con toda seguridad. Sé que si permaneciera a tu lado, sólo podrían suceder dos cosas. La primera, que ese sonido monótono consiguiera embrujarme y entonces dejaría de ser quien soy. No va con mi naturaleza pasar el aspirador los sábados por la mañana, mientras tú amamantas a nuestra descendencia, o ir al supermercado a llenar el carrito de pañales y potitos… La segunda posibilidad es que tú ignoraras el maldito reloj a cambio de mi amor. Me convertiría así en el no padre de tus no hijos. Al ignorar el tiempo, te retendría a mi lado, niña para siempre. Pero en los dos casos, seguir juntos sería un gran error; el sacrificio del otro nos pesaría como una lápida y todo nuestro amor, todos nuestros dedales, ya no valdrían nada.

Mi destino, querida Wendy, es otro. Por eso he volado de nuevo. Prefiero que me recuerdes como el inconsciente que un día te hizo feliz, a convertirme en el marido frustrado que te hará desdichada. Pensarás que soy cobarde y sobretodo egoísta. Quizás no te falte razón, pero creo que nunca te he engañado. Un día comprenderás que han sido tus propias perspectivas las que te han defraudado. No ha sido Peter, sino tu sueño de Peter, el que te ha desencantado.

No tengo duda de que, ese dolor que sientes ahora, sanará sin darte cuenta. Las mujeres sois inteligentes, siempre lo he dicho. Ninguna niña se cae del cochecito; se agarran bien y pasean sonrientes con sus gorritos. Conseguirás lo que quieres, Wendy. Te enamorarás de alguien cabal y si decides escuchar a tu reloj, tendrás hermosos niños que te colmarán de felicidad. Por las noches les contarás cuentos y les hablarás de mí. Me recordarás como un personaje irreal que te hizo compañía en el difícil proceso de crecer. Fantasearás sobre mí y tus fantasías serán las de tus niños. Y yo, que viviré en esos tus cuentos, sabré un día que me has perdonado.

No dudes nunca de mi amor, querida niña. Duda sólo de los deseos que nos cambian sin remedio.

Peter Pan

2 Ahora, hoy, amor perfecto...:

Pseudónimo: Soledad Vargas

Podría llamarte mi reina, mi tesoro, y utilizar otros apelativos cariñosos que provocarían tu risa y un día, quizás, al recordarlos, tu rabia.

Podría estirar palabras hasta hacerlas aparentes, para que tú te las colgaras del pelo, o las llevaras entre los dedos de los pies. Palabras brillantes que otras mirarían con envidia al perseguir tu sombra que pasea bajo los pórticos.

También podría regalarte un vestido de seda y un anillo de compromiso, pero sabes que no es mi estilo –seguro que no acertaba con tu talla y el anillo se me caía en la sopa- .

Pero, más allá de esa exaltación artificial, hay algo que quiero decirte, con palabras caseras, que huelen a tierra, y que son un regalo sin envolver.

Decirte que me gusta estar contigo, así, agarraditos, con los pies entrelazados en las tardes de invierno, aunque lleves calcetines de lana gruesos.

Decirte que tu nariz, y sobre todo tu nuca, me inspiran poesías y no me importaría soñar contigo esta noche y quizás también el lunes.

Decirte que tu clavícula me ha servido de almohada y tu risa de columpio - qué alto he subido...- .

Decirte que hoy, ahora, estamos hechos el uno para el otro porque nuestras sonrisas, una junto a la otra, miden más de kilómetro y medio.

Pero no, no digas eso. No me pidas que te jure que esto no va a acabar nunca. La palabra mañana es peligrosa. Si atamos las palabras con cadenas las estrangulamos y en lugar de ilusiones nos salen ratones y la pasión se convierte en tensión –eléctrica- . No te entristezcas; yo te ofrezco palabras nuevas, no esas que usa todo el mundo. Quizás no sean tan hermosas, pero son sinceras y cómodas, y no te harán rozaduras innecesarias. Sonríe y te contaré un secreto. Yo, inventor de frases y de significados, he descubierto una nueva sentencia: La calidad del amor es inversamente proporcional al empeño que ponemos en alargar su duración. Su peso, multiplicado por la capacidad de fantasear al cuadrado, nos da el rango de las probabilidades de ser felices, de que ese sentimiento merezca la pena.

¿Lo has entendido, niña querida? Este, ahora, hoy, es un amor perfecto. No te empeñes en modelarlo, no es de plastilina. No quieras pesarlo, medirlo, ni le pongas plásticos para evitar que se moje - la lluvia no le vendrá mal- . Déjalo que estornude y no lo peines tanto... Inmortalízalo en tu corazón; llegue hasta donde llegue, será leña de buena calidad que arderá con fuerza en los fríos otoños de la memoria.

Vivámoslo con intensidad. Lánzate conmigo de cabeza, sin miedo, aunque la piscina esté vacía. Es el momento de disfrutar, de reír, de amarnos hasta las agujetas. Pasemos la noche en vela dibujando sombras en el techo y comiendo chocolate.

Y sobretodo, disfrutemos de nuestro ahora, hoy, amor perfecto, hasta empacharnos...

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