Llegó su hora
El deporte femenino, por norma general, carece de la mínima y necesaria atención mediática para que pueda resultar atractivo a los ojos del aficionado. Como en todos los casos, hay excepciones que casi siempre encontramos en el mundo del tenis; Graff o Navratilova hace unos años, o las hermanas Williams en la actualidad, quienes han disfrutado del favor del reconocimiento individual. Trasladar esa popularidad y reputación al ámbito colectivo exige, en primer lugar, una trayectoria más o menos triunfal, y, por otro lado, la conformación de una plantilla que logre aunar capacidad de sacrificio, esfuerzo, compromiso y carácter, y que sea capaz, a su vez, de trasmitir estos valores al entorno que le rodea.
El baloncesto en España siempre ha permanecido a la sombra no sólo del fútbol, sino de otras disciplinas como el tenis, motociclismo, atletismo o balonmano pero, en los últimos años, el florecimiento de la generación masculina de los juniors de oro (Gasol, Navarro, Calderón, etc.), integrada por un equipo espectacular tanto en lo profesional como en lo personal, le ha devuelto el protagonismo que nunca debió de perder. La selección femenina, revitalizada e impulsada por los triunfos de los Gasol y compañía, ha llegado a consolidarse como una potencia europea de primer nivel, gracias al buen hacer de su entrenador, quien asume que el aspecto humano es primordial para cosechar éxitos de forma prolongada, y a una excelente concepción grupal que combina veteranía y juventud y que se ampara en la ilusión y la ambición como motivos de trabajo. Hoy en día, la afición se identifica con la actitud meritoria de las chicas y con su deseo por la victoria. Sin lugar a dudas, asistimos a la Edad de Oro del basket femenino español, que cada vez brilla más en el firmamento deportivo nacional, aunque aún un poco ensombrecida por la Edad de Diamante que han erigido los chicos.