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TEXTO DE LA CONFERENCIA “EL PERIODISMO DEL SIGLO XXI”, POR NANI CARVAJAL

hace 16 años
Periodistas

Conferencia “El Periodismo del siglo XXI”, pronunciada por la Presidenta de la APS, Nani Carvajal, en la Fundación Antares Foro el pasado 31 de enero de 2008.

Autoridades, compañeros y compañeras, amigos todos. Ante todo quiero agradecer a Antares este foro que

nos brinda a los periodistas sevillanos porque curiosamente, rara vez hablamos de nosotros. También por supuesto a mi querida y admirada Amparo Rubiales por su amabilidad. Me siento realmente orgullosa de haber podido contar con una persona como ella, de su conocida valía política, personal y profesional, para presentarme.

Es para mí una enorme responsabilidad ser por esta vez la portavoz de un sentir generalizado de quiénes

ejercemos este bello oficio que es el de periodista a estas alturas del siglo XXI. No engaño a nadie si digo que la profesión periodística pasa por momentos de confusión y desconcierto. Y que el periodismo recibe la

valoración más baja en muchos años por parte de la opinión pública. Estamos ante un descrédito que, según diferentes sondeos de opinión, evoluciona de forma similar al que padece la clase política. Esta es una de las razones por las que esta noche estamos aquí.

Y aunque parezca imposible hablar de unidad en esta profesión, en este caso somos muchos los que hemos

dejado aparte rivalidades cotidianas para hacernos oír, alto y claro, con una voz común, en un lugar tan

privilegiado como es este Foro de Antares. Las circunstancias me han llevado a ser la encargada de pronunciar estas palabras en mi calidad de presidenta de la Asociación de la Prensa de Sevilla. Me toca exponer y describir, de forma breve y sencilla, el momento que atraviesa el ejercicio del Periodismo, en una sociedad que hace apenas ocho años ha cruzado el umbral del siglo XXI. Pero como decía, estos folios que me traigo entre

manos son el fruto de una reflexión colectiva. Responden a un análisis realizado por un grupo de compañeros y compañeras, profesionales en su mayoría de gran veteranía y experiencia, que han optado por la eficacia y la mirada positiva a la hora de resaltar lo que nos une porque es mucho más importante y vital que lo que nos separa. Y es que estamos hablando de nuestro propio ejercicio profesional en este rincón del mundo que se llama Andalucía y Sevilla. Algunos de ellos, agrupados en torno a una comisión que hemos denominado de

Garantías Profesionales, han trabajado y debatido a conciencia las ideas básicas de esta conferencia.

Las líneas maestras que han servido también para exponer el punto de vista del periodismo sevillano y

andaluz en publicaciones profesionales de carácter nacional como es la revista “Cuadernos de Periodistas”, con un eco muy positivo entre la profesión. Si cualquiera de nosotros quisiera marcar una frontera imaginaria entre el siglo XX y el siglo XXI seguro que le daríamos un nombre: INTERNET. Posiblemente muchos de los que estáis aquí elegirías también un acontecimiento histórico para fijar esa frontera: El atentado contra las torres gemelas de Nueva York. Pero si nos fallara la memoria sobre la fecha exacta en la que ocurrió el espectacular atentado que ha marcado las relaciones internacionales del comienzo de este siglo, lo tendríamos muy fácil. Tres palabras en el buscador de INTERNET y aquí está el dato: 11 de septiembre de 2001. Sólo tres palabras para saber en apenas unos segundos, cuántas personas murieron, quiénes eran los terroristas que ocupaban los aviones, cuánto tardaron en caer las torres o qué estaba haciendo en el momento de los atentados el

presidente de los Estados Unidos. Toda la información a nuestro alcance en tiempo real. Sin necesidad de

llamadas telefónicas, ni consultas en archivos, sin tener que recurrir a ese compañero, que todos hemos tenido en las redacción, que nunca olvidaba un dato.

Ese compañero de memoria prodigiosa y cultura envidiable que en el caso de Televisión Española en Andalucía tenía un nombre: NINA SALVATIERRA. Empresarios, médicos, abogados, agricultores, arquitectos, estudiantes, profesores y , por supuesto, periodistas, ¿quién no se ha beneficiado de la red de redes? Hace sólo unos años, aunque a veces nos parezca que han pasado siglos, la búsqueda de datos se convertía con frecuencia en un auténtico quebradero de cabeza para cualquier periodista. Como a tantos otros profesionales, la revolución de INTERNET nos ha facilitado enormemente el trabajo. Pero también ha abierto muchas incógnitas sobre el futuro de nuestra profesión. Son legión los que piensan que los periódicos impresos en papel tienen los días contados.

Cuesta pensar que ese gesto cotidiano de pasar las páginas del periódico, con el reconocible olor de la tinta aún fresca, mientras se saborea el café del desayuno, pase a la historia. Pero los que dimos nuestros primeros pasos por ejemplo en el ABC de Sevilla, aún recordamos con cariño el sonido de las linotipias en los talleres. Parece que fue ayer y, sin embargo, ese sonido ya es historia. Historia es también para nuestros compañeros de la radio aquel tiempo en el que para mandar un crónica desde el lugar de un suceso dependías de una

cabina telefónica. O en el caso de la Televisión, aquellas noticias que se daban dos días después, porque la cinta de cine que llegaba desde Almería, ¡VENIA EN AUTOBUS! Y estoy hablando de los años 80, de hace apenas veintitantos años.

El teléfono móvil, la fibra óptica, el envío de imágenes por satélite desde una pequeña furgoneta, INTERNET…

todo un universo tecnológico para consumir información aquí y ahora, en el mismo momento en que se produce.

Es obvio que las nuevas tecnologías tienden a modificar lo que venía siendo hasta ahora la forma tradicional de ejercer la profesión, hasta el punto de que, si hasta hace pocos años existía un colectivo que informaba y un público que recibía la información, eso está cambiando. No olvidemos la nueva modalidad, exclusiva del momento tecnológico: el periodismo interactivo. Hoy cualquiera puede tener su blog en INTERNET, exponer su opinión, y si tiene suerte, hasta ser leído por millares de personas.

Con cada vez más frecuencia, los receptores de información son asimismo proveedores de la misma y los periodistas tendemos a sintetizar los diferentes datos y transmitirlos con mayor eficacia a un público amplio y general, al tiempo que los propios usuarios de la información se erigen en fuentes y redactores. Pero la gran pregunta es si con las nuevas tecnologías hacemos mejor periodismo. O también, si la proliferación de medios de comunicación de todo tipo ha servido para mejorar las condiciones laborales de los periodistas.

Son éstas sólo algunas de las cuestiones que hoy planteo en esta sala y sobre las que considero que los

periodistas deberíamos profundizar. Antes me refería a cierta confusión, a descrédito, a descontento en la profesión y cómo no, y sobre todo, a una valoración y credibilidad social muy baja. Tal vez ha llegado el momento de marcar s distancias con el poder, tanto de quiénes lo ostentan como de los que lo pretenden conseguir, muchas veces usándonos de la forma más burda. Por razones éticas y por razones prácticas. Porque si algo tenemos claro los periodistas es que nuestra independencia es la única garantía de futuro para

esta profesión. Entregar la independencia es renunciar a la credibilidad y sin credibilidad somos perfectamente prescindibles. Sin caer en catastrofismos, en ese camino andamos y tenemos infinidad de síntomas que nos indican que estamos dilapidando la credibilidad como consecuencia de la renuncia a la defensa de la independencia y porque en nuestro trabajo empiezan a predominar otros criterios sobre los meramente periodísticos. E independencia por razones éticas: la más elemental norma del periodismo nos compromete, antes que nada, con nuestros lectores, oyentes o espectadores.

A ellos nos debemos por encima de otros intereses y si les fallamos a ellos, echaremos por tierra el contrato

social que nos señala como depositarios de un derecho, la libertad de información y expresión, del que sólo ellos son titulares. A ellos les debemos la veracidad de la información, la separación clara entre la opinión y las noticias, el respeto de los derechos humanos y el compromiso con la igualdad. Únicamente a ellos les debemos la obligación de facilitarles todos los elementos básicos para que puedan comprender lo que pasa a su alrededor. A nosotros nos corresponde evitar el amarillismo, no forzar, no manipular, no tergiversar lo que contamos. A las fuentes les debemos la discreción, cuando la pidan, y la fidelidad en la transmisión de los datos. Pero no la obediencia, ni el sometimiento, ni mucho menos, el miedo. Nuestros oyentes, lectores,

espectadores no son sino el conjunto de la sociedad, y es ella la titular del derecho a la información. ¿Para quién hacemos, entonces, los periódicos, los informativos de radio, de televisión y las páginas web?

¿Para nosotros mismos? ¿Para relleno de los espacios que deja libre la publicidad? A pesar de la amplitud del problema y de la percepción generalizada del mismo, no va a ser fácil poner de acuerdo a los profesionales sobre las causas, consecuencias y propuestas de mejora. Pero la dificultad no hace más que poner de manifiesto, antes que nada, la necesidad de llevar a cabo este esfuerzo de las organizaciones profesionales y de otros ámbitos, para identificar el origen de la baja calidad de la información, el malestar que afecta a

los profesionales y la falta de horizonte, de seguir en esta situación. Por tanto, habría que promover un

debate en el seno de la profesión y elaborar criterios que permitan alejarse de las prácticas más perniciosas y hacerlo con la mayor unidad posible. Es urgente. Dos de las primeras cuestiones que surgen en el análisis de la situación son la progresiva institucionalización del proceso de elaboración de la información y el alineamiento que sufren los profesionales arrastrados por la preocupante y descarada apuesta política de los grupos de

comunicación más importantes del país. El “periodismo de trinchera”, que confunde información con intereses, tan en boga, tiene para esta profesión el mismo efecto que lanzar piedras contra el propio tejado. Los que creemos en el periodismo no podemos más que denunciar esa utilización espuria de los medios y proclamar a quien quiera oírlo que quien emplea el insulto, la mentira o las verdades a medias no son periodistas, aunque escriban en un periódico, hablen por la radio o salgan en televisión, o incluso tengan el carné de periodista en la cartera.

Abominamos de ellos tanto como lo haría cualquier ciudadano honesto. Bajo la piel de periodista, como bajo la piel de arquitecto, abogado o maestro, se puede esconder cualquier desaprensivo. El llamado “periodismo de trinchera” se ha extendido como una plaga y eso es algo que el público ha asumido como uno de los grandes males de los actuales medios, junto a la inundación de programas que frivolizan valores tan elementales del periodismo como la veracidad y el respeto por la intimidad de las personas.

A la tradicional concentración de medios y su apuesta por intereses económicos, se une ahora una alarmante participación en la contienda política, lo que revierte en una utilización indisimulada de la información y de los profesionales. Las instituciones - no sólo las políticas, también las empresas, los sindicatos y cualquier entidad que quiera asomarse a los medios- tratan de hacer girar a su alrededor la mayor parte de la supuesta información. Ellos marcan la agenda, controlan y racionan la información e incluso tratan con diferente

rasero a los profesionales en función del medio para el que trabajan.

Por otra parte, una enorme cantidad de convocatorias, notas de prensa, comunicados, canutazos… inundan de supuesta información la agenda de los medios de comunicación. Eso centra buena parte de la preocupación de los profesionales, que se manifiestan desbordados y a la vez cómodos con el hecho de que el trabajo les salga al encuentro. Las ruedas de prensa sin preguntas, que han provocado malestar en determinados sectores de la

profesión, no son más que el extremo de ese fenómeno que consiste en la institucionalización de las noticias: puesto que son los detentadores de la información quienes la administran a su antojo, también se creen con derecho a racionar el caudal según sus intereses. Muchas veces, que haya o no preguntas es secundario porque, incluso habiéndolas, son ellos los que tienen la iniciativa de qué toca hablar en cada momento. Deciden cuándo y cuánto conviene habla de un asunto. La lucha para que se nos deje preguntar es importante porque simboliza hasta qué punto estamos perdiendo la iniciativa en manos del poder. Los periodistas estamos acostumbrados a que todos acudan a los medios a servirse de ellos para sus intereses, ya sean políticos, económicos o incluso altruistas. Lo que no podemos admitir es que encima se nos quiera amordazar cuando intentamos indagar por nuestra cuenta.

El mal no procede sólo de los detentadores de la información. El periodista se ha vuelto acomodaticio y

ha llegado a olvidar otras formas de ejercicio de la profesión que no sea el acudir a las ruedas de prensa,

recoger declaraciones o extractar notas de prensa. Los contenidos de los medios se ven así condicionados por el calendario que elabora el gabinete de comunicación o de imagen y se ha impuesto en las administraciones el principio de que dar información a la prensa es una traición a la institución, siempre que no sea una loa. Instituciones son las que mandan y las que aspiran a mandar, del ámbito público y del privado, que

entienden a los periodistas y a los medios de comunicación como vehículos - instrumentos propagandísticos inevitables, indeseables muchas veces, de los que si pudieran prescindirían- para llegar a la ciudadanía. Poco menos que lacayos a su servicio.

La información para casi todos ellos no es un derecho elemental de los ciudadanos, sino una prerrogativa

que se atribuyen en función de sus intereses del momento. Y la transparencia no es una condición sin

la cual la democracia pierde todas sus cualidades, sino una amenaza que se sacuden porque creen que

detrás se encuentra el abismo por el que caerán sus aspiraciones de poder o su ambición. En esta

dinámica han caído instituciones y organismos de todos los colores políticos, empresas y hasta

organizaciones que se titulan sin ánimo de lucro.

La consecuencia es el olvido de que la demanda de información nace de la sociedad. No de las instituciones, ni de los periodistas, ni de los medios. Por obvio, se olvida con demasiada frecuencia - sobre todo a los profesionales- que el periodista no es más que el depositario de un derecho de los ciudadanos. La vanidad del profesional, tan vieja compañera de este oficio, y los intereses de las fuentes y de las empresas periodísticas se alían aquí para engendrar la situación actual. Existe una fuerte demanda social de información, pero la respuesta de los profesionales es la mera trascripción de opiniones y datos elaborados por gabinetes especializados en adulterar la realidad, adaptarla a sus intereses, maquillar resultados y soslayar inconvenientes. La demostración del control que ejercen sobre la información es que cualquier demanda de datos debe ser canalizada por los gabinetes y que ningún técnico está autorizado ni siquiera a hablar con los informadores. Sería interesante que las organizaciones profesionales promoviesen un análisis sobre cómo la información es manipulada a lo largo de los canales antes de llegar a manos de los periodistas. Caerían muchos velos sobre la llamada sociedad de la información y la ciudadanía en las sociedades democráticas.

A esa confluencia de intereses se une el alineamiento de las empresas de comunicación, convertidas con

demasiada frecuencia en trincheras desde las que el periodista tiene más obligación de disparar contra el

adversario político del editor que de informar a su público.

Y seguimos abundando en la autocrítica. Por ejemplo, el predominio de las ruedas de prensa - con o sin preguntas- la sustitución de la información a requerimiento de los informadores por convocatorias públicas y las trabas del acceso a la información son consecuencias inevitables de la pérdida de la iniciativa por parte de los profesionales. El problema no es sólo la fuerza de las instituciones sino también la pasividad de los profesionales. Nos encontramos ante una rendición de los periodistas, una renuncia a tener la iniciativa. La información (y el interés del público) sigue estando en la calle, un lugar que el periodista ya no pisa porque no tiene tiempo atrapado por la maquinaria “comunicativa” en marcha. El resultado, entre nuestra incuria y el

predominio de las instituciones públicas y privadas es la información precocinada, dispuesta en asépticas

bandejas en estanterías de supermercado, lista para llevar. Eso facilita el trabajo a los profesionales, pero

adultera el producto.

Yerran los profesionales que creen que el público no se entera, que da por bueno lo que consume: nunca

como ahora ha estado tan desprestigiada la profesión. El “ruido” adultera los contenidos hasta el extremo de hacer irreconocible la información veraz de la propaganda. El público lo percibe, consciente o inconscientemente, y de ahí procede gran parte del desprestigio profesional. En este camino de la autocrítica no quiero pasar por alto otra cuestión a la que me referiré aunque sea de forma somera. Hace unos minutos comentaba que las nuevas tecnologías de la información están cambiando a pasos agigantados la forma de hacer periodismo. En el caso de la televisión hemos pasado de la cinta de cine que viajaba en autobús por las

maltrechas carreteras de Andalucía a la conexión vía satélite. Contar en tiempo real lo que está ocurriendo

es sin duda uno de los grandes avances del mundo de la comunicación. Pero en aras de esa emoción que proporciona el directo, la información está derivando con frecuencia en un mero espectáculo televisivo que a veces nada tiene que envidiar a los “realitys” que se emiten en todas las cadenas. En la competencia feroz entre las televisiones, el todo vale permite a diario pisotear los más elementales principios por los que se rige nuestra profesión: el rigor, el respeto a la intimidad de las personas o la necesidad de contrastar las informaciones.

La veda abierta con el caso Alcasser no sólo no se ha corregido sino que la vemos repetida cada día en muchos informativos. Especialmente sangrante es el tratamiento televisivo de los asesinatos por violencia

machista, en los que muchas veces se da por bueno y por probado el testimonio de un vecino que reconoce que aunque ni siquiera conocía a la pareja, no se explica lo del crimen porque el presunto asesino era una magnífica persona. En demasiadas ocasiones, los profesionales olvidan que las reglas de oro del periodismo son contrastar las informaciones, exponer todos los datos posibles sobre lo sucedido (los que avalen una teoría y los que la contradigan), mantener el secreto sobre las fuentes, el respeto por el ámbito privado de las personas, deslindar información y opinión… La libertad de expresión no es una licencia para insultar ni denigrar

a nadie, sino para exponer los datos que ayuden a sacar conclusiones sobre lo ocurrido. Sería bueno que

las asociaciones dedicaran esfuerzos a difundir el código deontológico de la profesión periodística, que

por cierto se aprobó hace 14 años aquí en Sevilla.

En este sentido, cualquier propuesta que pretenda mejorar la situación no puede limitarse a pedir otro

comportamiento de las instituciones, que abandonen la patrimonialización de la información, que sean

transparentes y respeten el trabajo y la independencia de los profesionales. Antes que nada, es necesario llevar a cabo un debate a fondo en el seno de la profesión para asumir los errores de complacencia y pasividad, retornar al espíritu crítico que ha de impregnar el periodismo y a las normas elementales de deontología profesional. Llegados a este punto, y hablando de las más elementales normas de deontología profesional, no tengo más remedio que hacer referencia a ese fenómeno que ha estallado en el siglo XXI, al menos aquí en España, aunque ya apuntaba en las últimas décadas del siglo XX. Me refiero a la mal llamada

prensa rosa que se ha convertido en el esperpento de lo que en su día y durante décadas, se mantuvo

como Prensa del Corazón.

Si antes esta prensa, que tenía en el Hola su gran baluarte, se limitaba a contar las bondades de los famosos, a describir su glamour y a escenificar gracias a fotos inmejorablemente retocadas un mundo bello, encantador, casi perfecto… Un mundo que coexistía con el mundo real y que satisfacía de alguna forma a quiénes buscaban en estas revistas del corazón un poco de evasión y entretenimiento, ahora la situación es bien diferente. Aunque algunas de esas revistas, cada vez menos, mantienen su formato, la gran mayoría ha optado por entrar en la vorágine liderada por la televisión y sus famosos programas basura, de buscar y tratar como noticia los aspectos más bajos, morbosos y deleznables de las relaciones humanas. Todo en aras

de la audiencia y de una publicidad que se nutre del escándalo. Es obvio que buena parte de la mal llamada prensa rosa se ha convertido en un mal endémico en este país y, sobre todo, se ha transformado en un nefasto

escaparate al llevar consigo la palabra prensa, desprestigiando todo lo que de noble tiene este oficio. Es decir, nos afecta a todos los periodistas. En este totum revolutum, identificado como el “tomate” por ser este programa que precisamente desaparece mañana de la parrilla de Telecinco, uno de sus más claros exponentes, se integran artistas venidos a menos, presentadores de televisión, ex maridos y ex mujeres, ex toreros, ex periodistas y todos aquellos ex que encuentran, en este tipo de programas una nueva y beneficiosa fuente de

ingresos.

Aquí ya es descarado. Aquí ya se ha abierto la veda del todo vale. La existencia de programas como Tómbola, Tomate etc., ha exacerbado las malas artes en conseguir, al precio que sea y como sea, aquello que pueda venderse al mejor postor. La intromisión en la privacidad de las personas se ha vuelto casi irrespirable. El mercadeo entre quienes compran y quienes venden, ha afectado también a aquellos periodistas que, desde la prensa denominada ya no del corazón sino del glamour, detestan verse sometidos a la tiranía del mal gusto y

la injuria. La existencia de estos programas calumniadores y denigrantes, cada vez más y con mayor fuerza,

provoca la compra- venta de la vida privada de muchas personas que, a pesar de ser personajes

públicos, no quieren verse sometidos a la tiranía de algunas emisoras, principalmente. La falta de respeto y de juicio ha llegado a afectar a menores de edad, e incluso, como ya se vio en su día, a provocar de manera indirecta, el asesinato de dos mujeres.

Una en el año 97, Ana Orantes, fue quemada viva por su marido en Jaén, después de denunciar públicamente en un programa de Canal Sur TV, que sufrió malos tratos. Y diez años después, Svletana, una mujer rusa de

treinta años, es asesinada por su pareja cuatro días después de acudir al programa de Antena 3 TV, “El Diario de Patricia”, donde como “sorpresa” intervino su presunto asesino para pedirle matrimonio. La necesidad de imponer unas leyes, un código ético que impida las malas prácticas y, de hecho, proteja, no sólo a la sociedad sino también a la profesión periodística, es algo incuestionable y necesario. Hay que hacer especial hincapié en que este tipo de situaciones se da con especial virulencia en el medio televisivo, y en mucha menor medida en la radio y en la prensa escrita. La pequeña pantalla es plataforma de debates sin sentido, acusaciones, injurias,

calumnias, invasiones de la intimidad. La falta de escrúpulos genera buenos ingresos. Las asociaciones de la prensa, los colegios profesionales e incluso las instituciones públicas, deben favorecer una situación legal que impida las malas artes de quiénes se autodefinen como periodistas y confunden la libertad de expresión con

un supuesto privilegio mediático para avasallar la intimidad y los más elementales derechos de las personas.

Los intereses económicos de las cadenas de televisión y de las productoras deben encontrar una medida compatible con la privacidad. El todo vale es un desfiladero social muy peligroso. Es también nuestra responsabilidad. Pero plantear el problema de la calidad de la información tanto en prensa, como en los medios

audiovisuales en su conjunto y no buscar su relación con la situación del mercado laboral de la profesión

periodística sería como olvidarse de la vela mayor en una travesía oceánica. Las condiciones de trabajo son fundamentales para el ejercicio de cualquier actividad, y por supuesto, también para el periodista. Y la precariedad laboral se ha convertido hoy en la antítesis del oficio de informar. En España esta precariedad afecta casi al 50% de los profesionales de los medios de comunicación. Además, y como preámbulo del aspecto laboral, creo que es importante denunciar aquí que en esta profesión nuestra, por desgracia, y a diferencia de otras, la experiencia ya no es un grado. A nadie se le ocurre pensar por ejemplo cuando acude a la consulta de un médico, que el facultativo es demasiado mayor porque tenga más de 40 años; por el contrario, a la mayoría nos da más seguridad un médico de cierta edad que uno joven. Pues en el Periodismo ocurre lo contrario. Las empresas de comunicación desprecian la veteranía y demandan cada día más la juventud en la plantilla como valor absoluto. Un criterio que lleva a desaprovechar a los mejores, a quiénes están muchas veces en su plenitud profesional. Los jóvenes son además más baratos, más manejables, y mucho me temo que ese criterio sea otra puerta abierta a la precariedad.

En Andalucía, según un estudio universitario reciente elaborado en base a datos y encuestas obtenidos

gracias a las Asociaciones de la Prensa y a la Consejería de Empleo asegura que los profesionales de la comunicación presentan una tasa de temporalidad de casi el 26 %. Las mujeres la sufren el doble que los hombres y si hablamos de los menores de 25 años, la cifra se eleva al 60 %. Se detalla incluso que hay más de un 3% de profesionales que declaran prestar servicios sin formalizar ninguna relación laboral. Hablamos pues de la existencia de trabajo sumergido, con datos que probablemente reflejen una mínima parte de la realidad.

Sobre la jornada laboral qué puedo decir que la mayoría de los que estamos aquí no sepamos. En general se superan con creces las 40 horas semanales, especialmente en prensa escrita y en productoras. Y existe una diferencia de casi cuatro horas de trabajo entre los medios públicos y los privados.

En Andalucía hay unas 500 empresas de comunicación y la gran mayoría de ellas, el 75 % cuentan con menos de 20 trabajadores. Más de la mitad de estas empresas, el 65 %, ha crecido en el último año en cuanto a la venta de sus productos y posiblemente crecerían más si al frente de las mismas estuvieran periodistas. La calidad de la información no debe preocupar solo a los periodistas y a sus organizaciones profesionales, sino que debe ser objetivo fundamental de las administraciones y de las empresas periodísticas que no pueden eludir su responsabilidad a la hora de garantizar a la ciudadanía el derecho a la información.

Me siento especialmente obligada a realizar una mención especial desde este privilegiado foro, al colectivo profesional de las televisiones y radios locales. Es hoy por hoy el más desasistido. En su mayoría no disponen de un convenio marco que les otorgue una mínima regulación laboral. Se trata de una situación muy preocupante, en la que ha intervenido ya la Consejería de Empleo a iniciativa de la Federación de Asociaciones de la Prensa de Andalucía, con 145 inspecciones a este tipo de empresas, 26 en Sevilla.

Las principales denuncias han sido por:

falta de inscripción en el Sistema de la

Seguridad Social

falta de alta de trabajadores también en este

sistema

diferencia de cotización en relación con el

convenio colectivo aplicable, que podría ser a

falta de uno especifico el de Productoras

Audiovisuales,

Falsos becario

Falsos Autónomos

Falsos colaboradores

Precisamente sobre los falsos autónomos hay ya sentencias firmes y condenatorias. Y sobre el resto de

esta alarmante situación, creo necesario profundizar con los sindicatos del sector y en especial con el

Sindicato de Periodistas, surgido precisamente desde la Asociación de la Prensa de Sevilla. La deuda global de estas empresas con la seguridad social podría alcanzar los 250.000 euros, a los que habría que sumar lo que deben a sus trabajadores por haberles pagado – si se les ha pagado – cantidades inferiores a las estipuladas, que situaría el débito en al menos, medio millón de euros.

El ejercicio del Periodismo en el S.XXI, un siglo en el que las legislaciones de la gran mayoría de los estados democráticos recogen de forma más o menos detallada el derecho a la Igualdad, entiendo que debe ser analizado de forma especial en lo que se refiere a las mujeres profesionales de los medios de comunicación.

Dice mi amiga y colega de profesión, Dori Díaz Guerra, que es la que más sabe de las periodistas sevillanas porque ha basado en ellas su tesis, que la tendencia es que las mujeres sean mayoría en las redacciones y que en nuestra provincia, esta tendencia será aún mayor que en el resto de España, y eso que España y Suecia son los dos países europeos con mayor número de licenciadas en Periodismo.

En las redacciones españolas, la media de mujeres profesionales es del 35%. Sólo en Gabinetes de Prensa las mujeres somos mayoría – un 58 %. En prensa, radio y televisión nos acercamos cada vez más al 50% pero siguen siendo aún más numerosos los profesionales masculinos. Pero donde las diferencias están más claras es en torno a los puestos directivos. Si analizamos la Agenda de la Comunicación de Andalucía de este año, sólo el 7% de los directores de medios son directoras. Hay sólo una directora de periódico diario, en Cádiz.

Tres directoras de emisoras de Televisión, dos en Sevilla y una en Córdoba. Y 26 directoras de radio, de las 260 emisoras legales con sede en Andalucía.

Si nos referimos a otros puestos de responsabilidad como son Jefaturas de Sección, Jefaturas de Redacción o de Edición, las mujeres no llegan al 19% del total de las Redacciones andaluzas. Conclusión obvia: No es justo que las mujeres, tan capacitadas como los hombres, sigan aún discriminadas en los medios de comunicación a la hora de alcanzar puestos directivos y de responsabilidad. Hablamos de un techo de cristal que se postula más difícil que cualquier otro, puesto que interviene un dato que lo empeora: la tendencia al abandono de la profesión. Un buen número de mujeres se retira del trabajo periodístico antes de los 40 años, para buscar otros

puestos en los que poder compatibilizar la vida laboral con la vida privada.

Desde una perspectiva feminista esta expulsión encubierta de la carrera profesional podría explicar el desequilibrio directivo con respecto a los hombres, aunque no es razón suficiente. A menudo las mujeres sufren mobbing, lo confiesa el 21%. También discriminación sexual clara, el 18 %. Acoso laboral el 32 % y encima, su afiliación sindical es mínima.

La gran mayoría de las periodistas vive como un problema la compatibilización entre la vida laboral y la vida privada. Una situación que perciben de forma más acuciante las periodistas que son madres. Percepción ésta apenas presente en el caso de los periodistas varones. Así que las mujeres que ejercemos de periodistas nos encontramos con que tenemos un mal o difícil encaje de las obligaciones privadas para con la propia carrera profesional y además, con una discriminación muy extendida que frena nuestra promoción, y todo ello claro, influye en la falta de referentes hacia las jóvenes que van llegando a las redacciones.

Hablamos del S. XXI. Es hora ya de superar los estereotipos, de salir de las redes sexistas y de romper el silencio cómplice. Hay que atreverse a plantear con valentía la paridad en los puestos directivos. Un

camino eficaz es crear y potenciar asociaciones y redes de mujeres, en este caso, profesionales de los

medios de comunicación, que presionen desde dentro y fuera de las empresas periodísticas por un cambio en los modelos y estructuras de poder. Para las mujeres periodistas es vital asumir responsabilidades. También lo es corregir las diferencias de salario, que según el Instituto de la Mujer son del orden de 6.000 euros de media anuales. Necesitamos igualmente, desde mi punto de vista, asumir y consensuar un lenguaje que no sea sexista y sobre todo, tener el derecho a tratar los asuntos profesionales con nuestro punto de vista de mujer.

Que se note también en el ejercicio del Periodismo que en los últimos treinta años hemos hecho un gran

esfuerzo y hemos dado un gran salto en Igualdad.

La situación de la mujer es pues una asignatura pendiente, pero hay tantas otras… Qué decir del Estatuto del Periodista que finalmente se acaba la legislatura y no ha podido ser aprobado por las Cortes Generales por desacuerdo entre los partidos… Pongo otro ejemplo: ¿Cómo enfrentarnos a la autorregulación que se nos propone desde algunas instancias políticas y sociales? ¿Tenemos capacidad y formación para conseguir una autorregulación eficaz y que contribuya a que se dignifique el ejercicio de nuestra profesión, ó bien debemos

dejarnos aconsejar por figuras ajenas que vigilen y nos alerten ante posibles tratamientos informativos

degradantes? ¿Están dando resultados las nuevas fórmulas centradas en el Parlamento, para evitar el

control del poder político sobre los medios públicos? ¿Harían falta medidas más estrictas? ¿Cómo

compaginar la libertad de expresión con el derecho a la información en medio de la contaminación que nos

llega del gran circo mediático en el que nos desenvolvemos?

Igual que cada periodista tiene su respuesta, que cada palo aguante su vela. Es bueno que nuestra voz

se oiga porque es responsabilidad de todos y de todas superar las dificultades. Una sociedad sin medios libres está condenada al estancamiento y a la autocomplacencia y por supuesto no avanza, por mucho que se diga

progresista.

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Radio Barcelona ha hecho pública este miércoles la lista de ganadores de los Premios Ondas 2019. Los galardones, que celebran su 66ª edición, reconocen e impulsan las producciones radiofónicas, musicales y televisivas que, tanto a nivel [...]

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Periodistas

La Universidad Internacional de Andalucía inaugura sus #Cursosdeverano con el encuentro ‘Periodismo,deporte y técnica, un siglo largo de unión`

¿Te gusta el fútbol y el periodismo deportivo? Estás de suerte. La Universidad Internacional de Andalucía inaugura sus #Cursosdeverano con el encuentro ‘Periodismo, deporte y técnica, un siglo largo de unión’, que dirige el presidente de honor [...]

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Periodistas

Antonio Yélamo, premio Agustín Merello de la Comunicación

El galardón, que cumple su edición número veintiocho, es reconocido como uno de los más prestigiosos en la profesión periodística española. El premio está organizado por la Asociación de la Prensa de Cádiz y LA FUNDACIÓN UNICAJA

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Periodistas

La digitalización, el tsunami que cambió las redacciones en Andalucía

El periodista y consultor de comunicación, Manuel Capelo, afirmó durante el debate suscitado sobre periodismo digital en la Librería Casa Tomada de Sevilla, que la digitalización "ha sido como un tsunami que ha cambiado las redacciones en [...]

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Periodistas

“Del Plomo al Bit”debate-coloquio en Casa Tomada con la intervención del periodista Manuel Capelo

Hoy Miércoles 20 de marzo, en la Librería Casa Tomada, a partir de las 20.00 horas, Manuel Capelo, autor del libro “Del Plomo al Bit”

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Periodistas

Que se nos ha ido a la otra vida, a mejor vida, José Antonio Olivar Cuviella, compañero de toda la vida en el periodismo,

Compañeros y siempre amigos, además estrecha y gozosamente unidos por la asturianía más cercana al ser ambos de Colunga, José Antonio Olivar nacido en la villa marinera de Lastres (14/09/1939) y yo en el paraíso de Carrandi (3/10/1936) [...]

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Periodistas

Video de la presentacion de Marina Bernal que llenó la librería Verbo con sus Anónimos Infinitos

CERCA DE TI. Ese es el nombre del programa de radio que todas las madrugadas, a partir de la una, presentan Ana María Carvajal Moreno y Antonio Cattoni en Canal Sur Radio. Marina Bernal les pidió que le acompañaran en la firma de [...]

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Periodistas

Ana Carvajal y Antonio Cattoni presentarán "Anónimos Infinitos" de Marina Bernal el 8 de marzo en Librería Verbo de Sevilla

La periodista sevillana Marina Bernal ha publicado su primer libro que lleva por nombre "Anónimos Infinitos", que contiene cerca de 300 microrrelatos, basados en historias reales, recogidos en 308 páginas. Todos los protagonistas son [...]

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Periodistas

Marta Cibelina escribe sobre Anónimos Infinitos de Marina Bernal

Marina Bernal y sus anónimos infinitos: un libro de a poquitos que llena

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Periodistas

Javier de Montini escribe sobre Anónimos Infinitos de Marina Bernal

¡MARINA BERNAL! Periodista total, popular por moverse desde hace no pocos años en canales de televisión nacionales, autonómicos y locales como experta en crónica social, pero trabajando también la radio, las revistas y los diarios, Marina [...]

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